La niña se levantó temprano, aunque no era día de clase. Saltó encima de la cama de su mamá que, entre rayos y centellas recordó la pea de la noche anterior.
- ¡Es sábado! Mija, acuéstate a dormir.
- ¡Pero tu prometiste!
Zoyla, madre soltera, inmediatamente se levantó. La niña había estado soñando con ésta visita durante semanas. Se bañó, y cuando entró en la sala principal -que servía también de cocina-comedor y área social- la niña ya había hecho café.
Después de un rápido desayuno ambas bajaron las escaleras del barrio (la niña despertó al pescuezo de una patada y le entregó el "pasaje") y tomaron el jeep que las bajaba hasta la entrada del metro. Todos los pasajes, los pagó la niña, que había guardado cada uno de los bolivitas que su madre le daba para sus gasticos. A los 7 años, ya estaba en los grados escolares, pero era muy chiquita para saber que su madre ganaba el alquiler bailando en los burdeles de la Libertador.
Bajaron en la estación de La Candelaria para recorrer la renovación de la zona y la gran vía que comienza en la nueva y ampliada plaza, hasta la Plaza Bolivar. Al bajarse, allí está, imponente, la vasta plaza y en el centro dominando toda la ciudad, una magífica obra en bronce monumental que muestra al Líder en traje de campaña.
- De paracaidista, interrumpe el Johnny, que esa mañana también se había despertado temprano de tan exitado que se encontraba. Hoy comenzarían dar "túres" a los turistas. La idea la tuvo antes de acostarse la noche anterior, y de inmediato su mente sólo pensó en el tema. Así, quizá, podía ayudar a su familia con la arepa.
- Hola, dijo la niña. ¿Sabes cuanto metros de alto tiene?
- Te digo si me das un bolivita.
- ¿Cuantos bolivitas, preguntó la madre, cuesta para que me cuentes todo lo que sabes?
El niño lo pensó un poco y dijo: - ¡Doscientos! (1)
La niña vió a la madre aterrada. Tenía suficiente plata para comer un almuerzo rápido y para tomar un refresco en la tarde. ¡No había contado con ésto! La madre vio en la angustia en la cara de su hija y decidió de inmediato.
- Toma, le dijo mientras le entregaba dos "marrones" (2) Dime, añadió, ¿como te llamas?
- Johnny Walker Rodríguez, a su servicio, señora, dijo después que sus ojos explotaron como unas pepitonas y el color volvió a su contextura, normalmente mas oscurita.
- Y dime, Johnny, ¿cuánto mide la estuatua?
- ¿Estuatua, señora?
- Esa, dijo la niña señalando a la obra con una sonrisa.
- No niña, eso no es una estuatua, eso es un manumento!
(1) Eso costaba en mis tiempos malandrines. Era lo que costaba una arepa de mechada, y era, por cierto, también el costo de la raqueta en los barrios.
(2) Ver nota 1 arriba.
¡Qué difícil escribir en tiempos bolibananos! Pero como decía la abuela de Neelix: "es bueno ser bueno." (it's nice to be nice). Sigan soñando...
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bang!
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