Se supone que los niveles de abstención son irrelevantes porque de todas maneras reflejan las mismas proporciones de lo resultados de los votantes activos. Se supone, y sin embargo, esta suposición implica:
- Que no hay una crítica fundamental de legitimidad por parte del electorado, votantes o no.
- Que no existe una protesta-castigo ya que se cuestionan profundamente los resultados.
- Que las porporciones entre quienes llaman a votar y aquellos que llaman activamente al abstencionismo no son relevantes.
Si la fulana batalla hubiera sucedido en tiempos de Simón, no hubiera sido llamada por sus críticos mas acérrimos como el Fraude Bestial.
Goriloro, a la cabeza de sus tropas decidió que el sitio de la confrontación sería en los llanos de Santa Inés, que ofrecían las características mas favorables para sus designios.
De una mirada analizó el terreno, y de inmediato decidió colocar sus tropas cerca de la lomita, desde donde -cuando joven- imaginaba tal confrontación. Al otro lado se organizaba el enemigo. Al borde se colocaron los grandes intereses, la banca, la iglesia, el imperio, los meritócratas, los medios independientes, los colegios profesionales, los sindicatos, las universidades, y algunos enemigos jurados, aquellos que dijeron ser sus amigos, y ahora están alli, molestando.
Al centro se encontraba una masa inimaginable de personas que gritaba y hacía un ruido ensordecedor. Aquela noche tampoco podría dormir, "¡Maldición! ¡Pero será la ultima, lo prometo! Mañana habremos barrido con esa oposición apátrida, traidora, oligarca, escuálida, golpista, terrorista, neo-liberal, corrupta e ingrata." Allí estaban, incluso cuando el gobierno se encontraba trabajando fuerte para salvar a la patria. En toda la planicie podía ver el resplandor del enemigo, los grupos de hombres reunidos frente al fuego intercambiando historias, jugando con los niños, las mujeres discutiendo en la cocina, algunos reunidos alrededor de una buena parrilla.
"Eso es lo peor," comenta a uno de sus escoltas. "Ellos allí están disfrutando la vida. Nosotros acá nos matamos los unos a los otros para llegar adonde estamos, y ellos no lo quieren entender. ¿Quién estaba a su lado cuando el patrono dejó de pagarle el salario? ¿Donde estabas tu cuando nos arrojamos de cabeza en los brazos de la patria, y terminamos en sus mazmorras?"
"Nosotros si nos alzamos en armas, compadre. No como esos guevones," dijo mientras alzaba el brazo hacia el enemigo. "Allí puedes ver a los mas revoltosos. Van a pasar toda la noche gritando, haciendo sonar palos, y demás expresiones de odio."
"¡Son como animales! míra aquell de allá, disfrazado de Bush Aquel otro golpeando una olla como un chimpancé, y tiene su coro de monos aulladores, unos hasta se ponen sus corbatas."
"Pero lo tengo todo planeado. Ya instalé las gradas para los dignatarios, y para la crema del ejército. Podrán ver que nuestra organización es invencible." Inmediatamente entró a su comando sobre la loma.
Allí, bajo una cómoda lona de campaña se encuentran el personal organizando como un reloj, la sala de mapas, y mas allá comunicaciones. Los mesoneros ya fueron contratados. Las líneas de teléfono listas.
"¡Mañana vais a ver las noticias en el noticiero de las 7!"
Mucho quedaba por organizar. Ya estaban instaladas las tarimas, pero ahora quedaba revisar los asientos asignados. Nuevamente vió la estructura monumental dibujada, y la recordó exactamente como la había imaginado de cadete. De un lado las fuerzas del gobierno, y del otro el pueblo, unidos en la conmemoración de la Batalla de Santa Inés.
El arreglo de los asientos era tremendamente importante. "Siempre ten a tus enemigos al lado," le dijo el anciano consejero. Por lo menos allí les tienes a tirito. "Por eso toca colocar a los embajadores a mi derecha, y a mi izquierda a los representantes del poder público. Los observadores ya estaban alojaditos, y mañana serían ellos mismos quienes contarán quien es quien." Entre ellos mismos se habían caído a dentelladas para encontrar una posición favorables, garantizando que solo los mas serviles de todos podrían ver su discurso. Al frente se encontraba el Ejercito. A ambos lados se encontraba el Batallón Dragón, con sus distintivas insignias y sus armamento completo. Frente a ellos, 3 divisiones de reservas. El ejército regular sellaba ambos flancos. La marina estaba representada con sus helicópteros de transporte, moviendo material de un lado a otro, y pasando el tiempo molestando con sus faros al enemigo. Y la fuerza aérea proporcionaba anti-aéros, comunicaciones, radares y apoyo en caso de invasión extranjera.
Desde Miraflores había recisado con cuidado cada paso a dar, y ya estaba montado el espectáculo. "No lo podrán evitar, están ante una fuerza muy poderosa, que es la fuerza del pueblo. Y a esas fuerzas armadas le vamos a enseñar lo que es bueno, también. Mis reservas y el Batallón de Dragones van a ser el orgullo de la patria, cuando amanezca mañana."
Se acostó en la cama y se quedó durante un rato viendo al techo. Antes de entrar en esa modorra insorpotable, mezcla de semi-conciencia con intensas pesadillas y sustos debido a ruidos reales o imaginarios en que se había vuelto su sueño.
Recordó el final de la Batalla de Santa Inés. La guardia bolivariana asestó el primero golpe, mientras la reserva atacó con todo, y balloneta calada, cortó el pescuezo de mas de 15.000 antes que cantara el gallo. Al darse cuenta el campo enemigo entró en pánico y fue perseguido por la reserva, mientras el ejército acaba con los bolsillos de resistencia en los perímetros. El triunfo fue tan total, que inmediatamente se libró la patria de la peste del disenso y mas nunca nadie atrevió a levantarme la voz.
El sonido de las primeras sirenas lo tomó completamente alerta, acicalado y vistiendo uniforme limpio y planchado, con el mismo rigor con que acostumbraba hacer desde que era cadete. Salió de su tienda y se dirigió a la sala de campaña, desde donde podía verse el campo de batalla. Allí estaban con su condenado ruido.
Con las sirenas se fue despertando el ejército bien organizado. Primero llegaban los ayudantes y despertaban al oficial en comando, quien entonces aplicaba un plan milimétrico, y pensado hasta el mas mínimo detalle.
Y de repente, las luces del campamento enemigo se apagaron todas. Esto le llamó la atención. Los tipos eran tan indisciplinados que uno llegaba a su casa para hacerles una allanación y los encontraba tranquilitos en su casa, una vez, como el caso del Dr. Tortolero, se lo intentaron llevar en medio de la fiesta de su hija. Y, con un enemigo tan indisciplinado es muy difícil.
Pero ya las líneas estaban definidas. "Mi decreto de guerra a muerte concluía con la frase, Con nostros o en nuestra contra. Y así lo habían querido. Pues así les voy a dar."
A las 6 un escolta le informó, ya llegaron los dignatarios. Y esa fue la señal para activar el ataque. Llamó al Coronel y le informó de que debía aplicar el Plan Zamora.
Las azafatas condujeron a todos y cada uno de los dignatarios a su puesto asignado, desde el que podrían observar la verdadera Batalla de Santa Inés. "¿No les gustaba el Campo de Carabobo? ¿Aquí les traigo algo mejor y que les va a impresionar gratamente."
A las 7 en punto comenzó la cadena que transmitiría por todos los medios radioeléctricos del país. Las cámaras estaban colocadas de manera estratégica para hacer las mejores tomas de la lucha. Y así fue. Cuando el triunfo fuera completo, entonces aparecería sobre el centro del estrado, y los dignatarios observando desde el anfiteatro.
Ya las imágenes mostraban a la reserva a punto de atacar frontalmente al enemigo. Las líneas estaban poco defendidas, y dentro de sí, el Goriloro sospechó lo de siempre, va a ser una carnicería.
"¿Donde está la sangre? Yo no veo sangre. Mejor llamo al Coronel y le pregunto qué está pasando."
"Mi comandante, los reportes son confusos, pero parece que el enemigo está en retirada."
"Entonces la orden es perseguir y aniquilar. El ejército está cerrando el perímetro."
El canal mostraba en cadena bajo un recuadro evento en vivo desde varias cámaras, mientras que en pantalla grande estaban un periodista. Aparentemente lo que sucedía en la Batalla no era importante.
Y no pasaba nada. Ninguno de los monitores mostraba acción, peleas. Hasta había debatido sin enviar a su guardia general a participar de la orgía cuando les arrebatemos el botín.
Incluso algunos corresponsales de guerra estaban revisando la zona, y en ocasiones salían algunos reportes. La comunicación de la reserva mostraba un silencio insoportable, cualquier gramo de información era bienvenida.
"Desde donde nos encontramos, Maripili, no podemos ver qué esta sucediendo. pero si podemos reportar que la reserva atacó a bayoneta calada las posiciones enemigas a las 5:30 de esta madrugada. Son las siete y aparentemente, el enemigo se ha retirado. nosotros seguimos caminando, pero por el momento todo es silencio."
Eric Brandenburg apagó el micrófono y recogió la cámara portátil con conexión satelital. ¿Qué estará pasando?
De acuerdo a la preparación que nos hicieron en Fuerte Tiuna, esto debería ser la pura masacre, los hospitales deberían estar llenos de cadáveres y la victoria debería ser total y absoluta. Pero no solo no había sucedido, el tiempo se encontraba como detenido.
Faltaban pocos minutos para las siete y los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar el campo de la cruenta batalla. En verdad era vasto el espacio, pero en el no se encontraba nadie, ni amigo ni enemigo. Podían verse, eso sí, muchos de sus campamentos, abandonados, solitarios. Parecía que los fuegos tenían tiempo apagados. Y aun así, se escuchaba el ruido insoportable de la multitud.
El ruido de un Tiuna le llamó la atención, y decidió montar en su vehículo, y perseguir para ver qué estaba sucediendo. Se detuvo frente a un inmenso Samán que dominaba el centro del campo y allí se bajaron los hombres.
Cuando llegué con la cámara, los hombres estaban rodeando una silla con varias cajas rotas que estaba en la base del Samán. El oficial lo apartó con una bota pulida y allí estaba, un cable eléctrico anaranjado. Con un movimiento de la barbilla un soldado sacó unas herramientas del vehículo y cortó el cable.
¡Kikiriki!
Se escuchó a un gallo cantar en la distancia. Atontados, se voltearon a ver el campo y repentinamente les fue ensordecedor el silencio. Al fondo podía escucharse el movimiento de tropas y de suministros, pero no había oposición. No habían enemigos. Estaban solos en Santa Inés.
Al mismo tiempo, cuando los rayos inundaron con su luz beneficiosa la loma de comando, cesó el ruido. Al principio todos lo siguieron escuchando, pero de repente un escolta preguntó: "¿ya los mataron a todos?" Y fue cuando el Goriloro salió como una tromba de la sala para ver con sus ojos la llanura.
El coronel se le acercó y le dió un breve mensaje.
"No hay nadie. Tenían un sistema de sonido y ese era el ruido. Estuvieron acá, pero parece que abandonaron el campo hace tiempo. Quizá antes que llegara usted."
Entonces, ¿quien perdió la batalla de Santa Inés?
bang!
0 Derecho de Réplica:
Publicar un comentario